martes, 16 de diciembre de 2014

Una nueva docencia para cambiar la educación





JAMÁS SERÁS MAESTRO

Jamás serás maestro si tu escuela tiene más parentesco con una oficina que con un hogar.
Si tus ojos son dos látigos permanentemente dispuestos para el castigo visual, si tus nervios explotan mil veces al día.
Si tus frases, en vez de caricias, son púas que arañan, si necesitas un arsenal de gritos para tus combates diarios.
Si los niños llegan recelosos a tu escuela, como llegan los enfermos al hospital. Y si te aceptan no como un alimento grato, sino como una medicina obligada.
Si tu escuela se abre cinco minutos antes de empezar las clases y se cierra cinco minutos después de la hora reglamentaria. Y si al abrirse parece que bostezaras y al cerrarse que sonrieras.
Si no comprendes que los niños deben jugar en razón inversa a sus edades. Y si los niños se aburren en tu compañía.
Si tu escuela no es el imán infantil más poderoso de la localidad donde actúas.
Si tu escuela, además de un cuerpo, no tiene alma. Y si únicamente es un taller mecánico del alfabeto.
Si al hablar no encantaras a los niños dejándolos como hipnotizados. Y si no sabes hacerte escuchar hasta con los ojos.
Si no comprendes que el alma de cada niño es un libro en blanco en el que estás escribiendo para toda la vida. Y si, en vez de escribir en ese libro himnos triunfales, te contentas con llenarlo de ramplonerías y mediocridades.
Si obtienes licencias sin necesitarlas. Y si trabajas cuando te fiscalizan y cuando se acercan los exámenes.
Si el patio de tu escuela es tan fúnebre como el patio de una cárcel. Y si los recreos, en vez de ser una fiesta para el cuerpo y el espíritu, son lugares donde se sufre frío en invierno, sol en primavera y soledad espiritual en todas las épocas del año.

Francisco Ayala Aguirre

 En cada apartado del texto, podemos advertir elementos propios de la personalidad del profesor; el sello de calidez o dureza y energía que se imprime a la relación con el alumno y al entorno de la escuela es claro en cada situación y momento.
Resulta una retadora invitación tratar de observarse a uno mismo en la práctica docente y determinar cuáles son los indicadores que delatan nuestra personalidad en nuestro entorno educativo.

Por lo tanto, en las siguientes secciones se reflexionará sobre la educación como una actividad influida por los factores de personalidad del docente, sobre la importancia de las actividades del mismo y su reflejo en el acto educativo y, por último, sobre la emocionalidad y la salud mental
del docente. En resumen, se trata de reflexionar sobre el instrumento básico esencial del docente en su labor educativa: su propia persona.

La educación es una actividad personal
La educación es un acto emprendido con real compromiso por pocos hombres y mujeres. Si bien muchos practican la docencia, no son tantos los que realmente se involucran en el proceso educativo y formativo de un sujeto, al grado de llegar en muchos casos al sacrificio personal extremo en favor del desarrollo de sus alumnos.

La educación es una actividad personal que puede empezar a comprenderse desde la misma vocación del docente, es decir, independientemente de cuál sea la razón que haya llevado al profesor a la práctica de la docencia, existe en ella un componente de personalidad, que lo mismo puede manifestarse como una realización profesional plena o como la más oscura de las frustraciones.

En los alumnos y su formación se ha de reflejar la identificación positiva del docente con su vocación, así como en el entusiasmo y motivación de su relación con el conocimiento. De igual modo, en esos mismos alumnos se refleja la frustración y desencanto de aquel maestro que ha tenido que elegir el camino de la docencia sin estar convencido ni identificado con esta actividad.

El docente aparece en la vida de una persona constantemente, se le asocia con momentos gratos y no tan gratos, se le recuerda por sus atributos o por sus defectos; es un protagonista constante en la vida de una persona. Con todo lo que se ha señalado, cabe preguntarse por las actividades que debe cumplir el docente que ha tomado la conciencia de su papel formativo y de la influencia de su personalidad en el proceso de enseñanza-aprendizaje que le ha tocado coordinar.






El docente consciente de la influencia de su personalidad en el proceso educativo debe:

a) Hacer un análisis profundo de las condiciones que se cumplieron para que él llegara al ejercicio de la docencia. (Es producto de una decisión vocacional o un accidente debido a la necesidad de encontrar un medio de subsistencia.)

b) Independientemente de las condiciones que lo llevaron al ejercicio de la docencia, reflexionar sobre lo que le mantiene ejerciendo dicha actividad; esto es fundamental. En esta reflexión está presente una oportunidad de integrar su identidad vocacional sanamente.

c) Analizar de manera constante sus acciones educativas desde la perspectiva de sus rasgos de personalidad. (Si toma cierta actitud negativa hacia un alumno, dicha actitud tiene un sentido fundamentado en la personalidad del docente y no necesariamente en las características del alumno.)

d) Tener espacios para discutir y analizar casos y situaciones en que se haya expuesto una situación de carácter personal. Dichos espacios de preferencia compartidos con otros profesores donde se puedan presentar diferentes opiniones y posturas que lo retroalimenten sobre sus acciones.

e) Observar las reacciones que le despierta cada alumno. El profesor siente cierto tipo de emocionalidad distinta con cada alumno y debe aprender a distinguir entre lo que la situación real le puede producir emocionalmente y lo que le puede despertar en él como producto de su interpretación personal de la situación.

2. La importancia de las actitudes del profesor

¿Qué debe hacer el profesor para tener mayor claridad y mejorar el efecto de sus actitudes en el proceso formativo de sus alumnos? Como respuesta se presenta una versión de los principios planteados por Wrenn adaptada a la docencia:

1. Hacer un esfuerzo por observar los aspectos positivos del alumno y estimularle al menos con la misma frecuencia con que se le señalan aspectos a corregir.

2. Si se realizará una corrección o crítica a las acciones de un alumno, se debe tener la seguridad de que el alumno no vea en esto una crítica de él en cuanto persona.

3. Es posible presuponer que cada alumno encuentre sentido y justificación a su conducta, lo cual permitirá al profesor entender la lógica del comportamiento del alumno, mas no necesariamente su justificación.




3. La vida emocional del profesor

Ese rol de regulador del desarrollo emocional de los alumnos lleva implícito para el maestro una serie de tareas:
1. Buscar una reflexión constante sobre su rol como docente.
2. Observar y vivir en un estado de equilibrio emocional, que le permita ser objetivo en sus juicios cuando se relaciona con sus alumnos.
3. Desarrollar habilidades para la asesoría personal y académica de sus alumnos.
4. Formarse en la coordinación de grupos de aprendizaje, tanto en el aspecto técnico-didáctico como en el entendimiento del dominio de los factores que determinan la dinámica emocional de cada grupo.

                                      Marco del buen desempeño docente 


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